jueves, 18 de julio de 2013

Masao Yoshida (Q.D.E.P.)



Masao comenzó a despedirse segundos luego del terrible tsunami ocurrido en Fukushima durante ese 11 de marzo de 2011. Era un ingeniero, también el capitán de una central de energía nuclear en problemas. “No espero salir con vida de ésta”, había manifestado en noviembre de 2011. Antes había transitado varios meses de extenuante trabajo en una planta colapsada ubicada al nordeste de Japón.

Rebelde y obstinado, no había acatado una orden de sus superiores. “Queremos que dejes de inyectar agua de mar en el reactor”, le habían ordenado. Michio Kaku, físico y divulgador científico, dijo que esa acción destinada a refrigerar el reactor evitó la explosión de su núcleo y aún mayores complicaciones ambientales.

Desde TEPCO, empresa encargada del manejo de la central, afirmaron que: “El cáncer de esófago que terminó con Yoshida no tuvo relación alguna con la radiación a la que fue expuesto durante su estadía en la planta”.

Masao tenía 58 años y había sido condecorado -de manera conjunta con otros trabajadores de la central- con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2011. Fue según manifestaron los responsables del premio debido a “su valor y comportamiento ejemplar”. 

Pero a Yoshida no le alcanzaba. Esperaba reponerse pronto y volver a liderar las acciones en curso, destinadas a menguar el impacto de la catástrofe nuclear. Lamentablemente no pudo. Para algunos un héroe, para otros no tanto. Pero en algo parece existir consenso, y es en que llevaba marcada a fuego una máxima hoy caída un tanto en desuso: en una tormenta el capitán siempre es el último que abandona el barco. Que descanse en paz.